lunes, 11 de abril de 2016

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Qué pasa con los bancos

EL Banco Santander, el mayor banco de España y con una trayectoria de beneficios continuos, anuncia un ERE y el cierre de 450 oficinas a corto plazo. Hay rumores de previsibles fusiones bancarias cuyo resultado será también el cierre de oficinas y reducción de la plantilla de trabajadores.
El motivo de esa auténtica revolución financiera se debe a la falta del negocio clásico bancario de cesión de capitales a empresas y particulares, al uso de nuevas tecnologías por parte de la clientela que no requieren personal en oficinas, la rigidez de la regulación legal, así como la dificultad de negociar con ahorros para su posterior colocación cuando los márgenes se reducen y el riesgo aumenta ante una crisis que no se termina de ir y que amenaza con volver más acentuada.
No es casual que sea ahora cuando las entidades financieras acometen esta regulación, después de las actuaciones por parte del gobierno para salvar el mundo financiero español, para garantizar a los bancos su futuro mediante la compra de activos tóxicos y el apoyo institucional y garantizado de Bruselas.
Aunque la crisis bancaria en términos de volumen y recursos, que no de beneficios, ya es un hecho, la información de las entidades de cara a los clientes se suaviza mediante campañas de acercar el banco a tu móvil, crear nuevos productos, formar parte de tu futuro. Las oficinas se asemejan a tiendas on line y la zona dedicada a la atención al público no especializado es cada vez menor. Si se suma a ello la comercialización de productos no financieros (tablets, teléfonos, etcétera), nos encontramos con un negocio que poco tendrá que ver con los bancos que apenas unos años atrás hemos conocido.
En esta situación hay aspectos positivos y negativos vistos desde una perspectiva pragmática y nada emocional. Ya no es necesaria una oficina para negociar sino una buena página web, uncall-center y un buen equipo de marketing, los costes se reducen al mínimo y en la cuenta de resultados los gastos fijos van desapareciendo así como los compromisos laborales o de adquisición de activos.
Esto supone un aviso a navegantes. Generalmente, la banca ha sido la punta de lanza en todas las actuaciones novedosas, véase la venta de oficinas antes de la crisis inmobiliaria, la fusión de entidades o el cambio de personal por otro con menos coste laboral y más disposición al horario full-time. Es una realidad en todos los ámbitos y requiere por parte de toda la sociedad una profunda reflexión de un futuro con menos puestos de trabajo en un ámbito que nada tiene que ver con la realidad social o laboral de hace pocos años.
El aspecto negativo, a mi parecer, son las formas de comunicar al consumidor. Las entidades financieras han acompañado (y de ello sacan pecho) al ciudadano de a pie, los jubilados, las pequeñas y grandes empresas, en resumen, han formado parte de nuestro día a día con un contacto estrecho entre los responsables de las oficinas y los consumidores, pero a partir de ahora no va a ser así y es imperdonable que tanto quienes están realizando de forma soterrada este cambio como los gobiernos o los agentes sociales no transmitan la realidad que nos viene encima a la población porque los bancos no van a volver nunca a ser lo que han sido.
No nos extrañe, pues, a partir de ahora ver menos oficinas bancarias, menos personal en ellas, más presencia de entidades en los medios de comunicación y una amplia oferta, como si de un zoco o mercado se tratara, de productos informáticos y de consumo, y seguros supongo que hasta de vehículos si es que caben en las oficinas que queden después de lo que nos viene encima. Aunque, como dijo Benjamin Disraeli, “rara vez ocurre lo que anticipamos, suele ocurrir lo que menos esperamos”.
FERMÍN TORRENS ALZU (DEIA)

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