Empleados de BBVA, Caixabank, Kutxabank describen su trabajo diario, y el cambio del sector.

El convenio de la banca para los próximos años, que se firmará el martes y que afecta a cerca de 100.000 empleados, incluye la introducción de un nuevo escalón, por abajo, en las categorías laborales, para facilitar la incorporación de los jóvenes.

Al empleado de la banca se lo consideró tradicionalmente como un privilegiado, debido a ventajas como los horarios, la estabilidad o los salarios. Pero sus condiciones laborales no permanecieron inmunes a la crisis y la profunda reestructuración del sector, un ajuste que todavía no terminó. Empleados de distintas entidades financieras coinciden en que lo peor de estos últimos años es la creciente presión para cumplir con los cada vez más duros objetivos de venta de productos. Con los tipos de interés cercanos a cero y la debilidad de la demanda, los márgenes de la banca se deterioraron considerablemente y la única forma de rascar algo de rentabilidad pasa por colocar a los clientes seguros de todo tipo, fondos de inversión, planes de pensiones... De hecho, las comisiones por comercializaciones aumentaron un 14% el año pasado, hasta los 4.210 millones.

“Antes de la crisis, te entraba el negocio por la puerta. Ahora hay que salir a buscarlo. Nosotros tenemos equipos que se dedican a patear la calle para captar clientes”, relata un empleado de Kutxabank. “No queda otro remedio que llamar y llamar. El banco te marca la dirección. Hay mucha presión para vender seguros”, comenta una trabajadora de CaixaBank. “Lo más duro es que te someten a un control casi diario de las llamadas que has hecho y los resultados que has obtenido. Hasta tenemos un ranking que nos clasifica según las ventas conseguidas. A los que están a la cola se les da un toque”, añade una trabajadora del BBVA.

Ella es una testigo de las transformación experimentada en las tareas a desempeñar. “En los 70 hacíamos todo con bolígrafo. Ahora el trabajo administrativo desapareció y es cuestión de tiempo que la caja se suprima por completo”, explica. La banca está volcada en la digitalización. “Se trata de que el cliente realice las transacciones sencillas a través de los cajeros e internet. De esa forma se puede emplear toda la fuerza de la red para asesorar y vender productos”, añade. Según datos de CaixaBank, sólo el 7,2% de las operaciones se realizan través de las oficinas. Un 54,3% se ejecuta ya por internet y el móvil.

Uno de los mitos que se cayó es ese de que cuando uno entraba a trabajar en una entidad, era para toda la vida. El ajuste en esta crisis fue brutal, porque había que depurar una expansión salvaje durante el boom inmobiliario. Se cerraron más de 15.000 oficinas -un 33% del total- y recortado plantillas en 80.000 personas, un 28%. Esta primera reestructuración se derivó de las fusiones y absorciones de las entidades con problemas, de forma que el número de grandes grupos bancarios pasó de 55 a 14.

Ahora se habla de una segunda reconversión, motivada por la necesidad de recortar gastos para compensar la caída de ingresos y también por la digitalización, ya que cada vez se opera más desde el móvil. El nuevo ajuste ya comenzó. Santander anunció un recorte de 1.660 empleos y el cierre de 450 sucursales; Ceiss quiere reducir un tercio su plantilla; CaixaBank realizará casi cerca de 500 prejubilaciones... Y el BBVA vaticina que a largo plazo podrá funcionar con sólo un 25% de su red actual.

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