La prehistoria de Bankia ha estado jalonada de casos de malas prácticas por parte de los gestores de las antiguas cajas de ahorros que se fusionaron para su creación. La entidad aún arrastra herencias del pasado, como la venta de acciones a ahorradores en su salida a Bolsa o el uso de tarjetas opacas al fisco por parte de exconsejeros.
Para no tropezar dos veces con la misma piedra, el banco presidido por José Ignacio Goirigolzarri publicó un código de conducta en 2013. Su misión es prevenir y detectar delitos y extender al negocio los valores de «integridad, profesionalidad, cercanía, compromiso y orientación al logro».
Un comité se encarga de supervisar que esta guía de principios no quede en papel mojado: en 2015, Bankia impuso 170 sanciones a empleados por incumplir el código ético y de conducta. Las malas prácticas fueron por ignorar instrucciones, por conductas inapropiadas, por financiación de empleados y a terceros, por vulnerar la Ley Orgánica de Protección de Datos, así como por falsificación y por manipulación.
Del total de incumplimientos, 39 fueron considerados de carácter muy grave y conllevaron 27 despidos disciplinarios y doce pérdidas de nivel profesional. Los restantes 131 se resolvieron con amonestaciones o con apercibimientos escritos, según recoge la última memoria anual BFA-Bankia.
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