Se podrá decir más alto, pero no más claro: "Los tipos de interés negativos nos están matando", aseguró el presidente del BBVA, Francisco González, en un arranque de sinceridad sin precedente, durante la celebración esta semana del congreso del Instituto de Finanzas Internacionales (IFI) en Madrid. Los bancos, que utilizaban los depósitos para atraer a su clientela y fidelizarla, tienen que buscarse ahora otros incentivos, desde el patrocinio de carreras populares a cursos de cocina o de cualquier otro tipo.
A esta circunstancia se suma la aparición de instrumentos como las fintech, unas aplicaciones móviles mediante las que el usuario está al corriente de las comisiones que paga, de cualquier mínimo movimiento de sus cuentas e incluso accede a asesoramiento para sus inversiones. Así lo reconoció la responsable de supervisión del BCE, Daniéle Nouy, en su visita a la capital de España.
El presidente del Popular, Ángel Ron, acaparó el jueves las páginas de la prensa económica por la macroampliacion de 2.500 millones que anunció, la segunda en cuatro años.
El Banco de España lleva varios meses animando a los bancos de tamaño mediano a fusionarse para afrontar las dificultades. En 2013, el Popular intentó unirse a La Caixa, mientras que en esta ocasión el gobernador, Luis Linde, y el ministro de Economía, Luis de Guindos, le atribuyeron como pareja de baile al Santander. Pero Ana Botín lo descartó casi de inmediato. Ron sondeó también al Sabadell o a la propia Caixa, con resultados infructuosos.
La caída de las cajas de ahorros sentó un mal precedente. Fusionar dos entidades en crisis no conduce más que a engordar el problema, como ocurrió con Bankia, fruto de la unión de media docena de cajas. Cualquier proyecto de futuro en común del Popular pasa por un saneamiento previo. Así lo habían exigido tanto Botín como Isidro Fainé para comenzar a analizar la operación.
Con esta lección aprendida, Ron, que llevaba varios meses en conversaciones con sus principales accionistas para convencerles de que la única salida era ampliar capital, lanzó su órdago. En el consejo de administración de finales de abril, que aprobó los resultados del primer trimestre, planteó la operación sin más demora. Tenía un argumento irrefutable: si se esperaba al resultado del referéndum del Reino Unido el 23 de junio, o a la segunda ronda de los comicios españoles, tres días después, la situación podía complicarse mucho.
Una circular del Banco de España, que penaliza las ventas de inmuebles con una antigüedad en cartera superior a los tres años obliga a una solución urgente. El problema del Popular está en los activos inmobiliarios, que triplican la media del sector, lo que exige fuertes provisiones para compensar pérdidas a futuro.
Ron había anunciado que se desharía de 8.000 millones en inmuebles durante este año, una cuarta parte del total. La mitad mediante las ventas a través de la red de oficinas y la otra mediante el traspaso a un fondo. Pero la incertidumbre política chafó sus planes. El jueves tuvo que alargar el plazo a tres años para lograr sus objetivos, que se reducen a 5.000 millones por año hasta completar 15.000 millones en todo el período.
Con la ampliación, elevará del 38 al 50 por ciento las provisiones sobre el total de la cartera, acercándose a la media del mercado. Ello permitirá, por un lado, deshacerse de los inmuebles más improductivos, sobre todo suelos precalificados sin apenas valor, y luego sanearse para entrar en el baile de fusiones y adquisiciones que se abra en los próximos meses.
Hay otra amenaza, que se cierne sobre la banca como una espada de Damocles: la sentencia que el Tribunal de Justicia Europeo emitirá sobre las cláusulas suelo este año. El consenso de los juristas cree dejará sin fecha la retroactividad de las cláusulas en las hipotecas, lo que pasaría una factura al sector de alrededor de 5.000 millones adicionales. Unos 340 millones al Popular.
El efecto es tan devastador que, como publicó esta semana elEconomista, Liberbank, Sabadell y Banca Mare Nostrum (BMN) llegaron a pagar varios millones al exdirigente de Ausbanc, Luis Pineda, para que la antigua asociación de usuarias de banca no pleiteara con estas entidades en los juzgados.
Ron no se fue por las ramas con sus accionistas. Cifró en 2.000 millones las pérdidas para este año por culpa de los inmuebles y urgió a tomar la decisión para evitar la catástrofe. La dilución entre las dos ampliaciones rondará el 80 por ciento. Los alemanes de Allianz fueron los primeros en aceptar y el resto prometió estudiarlo. Se espera que vayan, aunque sea revendiendo derechos.
El presidente del Popular advirtió que otros bancos seguirán su camino. Como en la novela de Sebastian Junger, la Tormenta Perfecta se cierne sobre el sector. Pero ahora está mejor preparado que en 2008 para sortear la crisis, como ha hecho el Popular.
AMADOR G. AYORA
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