No estamos recapitalizando las cajas de ahorros. Estamos desmontando el sector. Las cajas de ahorros pasarán en breve a mejor vida. Será un recuerdo en la memoria de algunos y un capítulo en los libros especializados". Así se expresaba el viernes pasado el presidente de una de las antiguas cajas de ahorros. Ese día, Economía emitió una nota en la que apuntaba algunos cambios que sufrirán estas entidades. El primero era que todas se convertirán en fundaciones. Las sanas serán fundaciones bancarias, y el resto, las que hayan recibido ayudas, se transformarán en fundaciones ordinarias.
Las cajas sanas -La Caixa, las tres cajas vascas integradas en Kutxabank, Unicaja e Ibercaja- aseguran que convertirse "en fundación es el mal menor. Lo peor es perder el control de los bancos que hemos creado", señala otro presidente de una de estas entidades.
Este sector, que hasta hace dos años representaba el 50% del sistema financiero español, debe reducir la participación que tiene en sus bancos "a niveles no mayoritarios", según una de las condiciones de Bruselas para aprobar las ayudas públicas para la banca con déficit de capital y reconocen las cajas en un comunicado.
Pero piden que esta imposición -aún en negociaciones- no siga "la experiencia del modelo italiano" que forzó la venta de gran parte de las participaciones de las cajas en sus bancos. Esta medida "abocaría a pérdidas patrimoniales". Y es que los pasos dados en la reforma del sistema financiero español, sobre todo en lo correspondiente a la transformación de las cajas de ahorros, parece sacado de un manual italiano. Eso sí, con 22 años de diferencia.
Las cajas italianas, muy similares a las españolas, sufrieron su primer cambio con la Ley Amato en 1990. Esta norma ofrecía la posibilidad de separar la actividad bancaria, a través de un banco, de la actividad benéfico-social, ejercida por una fundación. Tres años después esta alternativa se convirtió en obligatoria. Además, se incentivaron las fusiones entre los bancos filiales de las cajas con beneficios fiscales.
En los primeros pasos de esta reforma las fundaciones podían vender las acciones a terceros, pero debían retener más del 50% del capital de sus bancos. El problema es que los potenciales inversores no se fiaban de los gestores de estas entidades influenciados aún por los políticos locales. La medida, de esta forma, no tuvo repercusiones y por lo tanto, no resolvió el problema que se quería eliminar, la influencia política en las cajas y la capitalización de sus bancos.
Ante este fracaso, en 1994 se publicó la Directiva Dini (Lamberto Dini era entonces el ministro de Economía), por la que se obligó a las fundaciones a vender parte de sus participaciones en el banco en el plazo de cinco años. Además, se limitaron las normas de gestión de la obra social, según recogen en un artículo de Cuadernos de Información Económica Gaspar Ariño, catedrático de Derecho Administrativo y presidente de Ariño y Asociados, Abogados, y Myriam García, abogada del mismo despacho.
El tercer paso de la reforma se completó en 1998 con la Ley y Decreto Ciampi. Esta norma obligó a las fundaciones a reducir la participación mayoritaria en sus bancos en cuatro años. El objetivo era que las fundaciones renunciaran a la gestión de los bancos. Todo se realizó ante la gran desconfianza existente hacia los órganos de gobierno de las cajas, muy politizados. Pero las medidas no han tenido el resultado deseado.
Según Gaspar Ariño y Myriam García, "las fundaciones están librando su batalla para seguir influyendo en los bancos y todavía tienen participaciones de control en algunos bancos originarios, por lo que la privatización de la banca italiana es bastante menor de lo que se suele decir".
Hace solo dos años, de las 88 fundaciones existentes, 18 no tenían participaciones en bancos y 55 solo conservan un peso minoritario. Pero lo que ha sucedido es que las fundaciones se han ido asociando y su participación conjunta en un banco han permitido que mantengan el control de un banco, caso de Unicredit, la principal entidad de Italia.
La participación de las fundaciones en Unicredit se eleva al 11% a través del que controlan un tercio del consejo. Esta participación les permitió en 2010 presionar contra el entonces consejero delegado, Alessandro Profumo. Importantes políticos italianos se unieron a esta presión, y el directivo dimitió, pese a haber colocado a Unicredit como uno de los mayores bancos de Europa.
Y el crédito a las pymes y familias no llega
Las principales cajas de ahorros españolas -La Caixa, Kutxabank, Ibercaja y Unicaja- consideran que si venden parte de sus bancos para perder la mayoría sufrirían importantes minusvalías, ya que ahora los inversores no están interesados en apostar por el sector bancario español. Pero el sector también se queja de que, como se ha demostrado en Italia, la creación de grandes bancos y la eliminación de la banca local no ha conseguido que el crédito fluya hacia una parte fundamental del tejido productivo, las pymes y las familias.
La experiencia italiana demuestra, argumentan expertos, que la banca local sigue una política crediticia más vinculada a las pequeñas empresas y comercios, a los que les es muy difícil acceder a créditos de la gran banca. Además, la obra social se ha diluido, lo que las cajas españolas también quieren evitar.
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