Cada vez está más cerca una nueva vuelta de tuerca en la reestructuración de entidades bancarias en nuestro país, entendiendo como tal un proceso de concentración mediante fusiones y adquisiciones entre entidades, disminución de capacidad instalada y por lo tanto pérdida de sucursales y de empleados del sector. Cada vez son más las voces de responsables relevantes del sector que, en forma de opiniones, nos desvelan los próximos pasos de un proceso que se encamina hacia un modelo de oligopolio.
Esta vez ha sido el subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, durante su intervención en el foro ‘Spain Summit 2015’ organizado por ‘Financial Times’, quien a este respecto señaló que “para que la banca pueda competir con holgura en el actual contexto económico y regulatorio, más exigente que en el pasado, es necesario que mejore su rentabilidad y eficiencia, algo que podría conseguir mediante fusiones con otras entidades. Es necesario hacer una reflexión sobre en qué medida, con operaciones estratégicas, se puede recuperar la rentabilidad más acorde con el coste de obtener los fondos en los mercados de capital.”
El resultado será un mapa bancario con pocas entidades, pero de mayor tamaño, e inevitablemente un gran deterioro del nivel de competencia y por ello de la capacidad de negociación y condiciones de contratación de sus clientes. Imaginemos un mapa bancario que algunos analistas vaticinan estará compuesto, a 2 años vista, por tan sólo 3 entidades: Santander, BBVA y Caixabank. Con esa idea en la cabeza proyectemos el resultado de la guerra de comisiones de cajeros automáticos, cual es la entidad que la inició y cuales las que la secundaron. ¿Dónde quedaron las demás?
Los altos directivos de las entidades, con el apoyo de autoridades económicas y monetarias, vienen invocando desde 2008 la necesidad de acometer la reestructuración del sector debido a los malos ratios de eficiencia y a la baja rentabilidad del negocio. Desde que en 2008 se iniciase este proceso hasta la actualidad, el sistema financiero español ha perdido 64 entidades (pasando de 77 a 13), 12.000 sucursales, 70.000 empleos y 41.000 millones de euros en forma de ayudas a la capitalización que no se recuperarán. Parece que todo ese sacrificio no ha sido suficiente, porque su impacto en los ratios de eficiencia no ha sido significativo, aunque seguro que sí en los niveles de servicio, por lo que el proceso va a continuar aumentando su intensidad y el volumen del sacrificio. Cuando haya concluido se habrá sacrificado mucho más que eso, se habrá liquidado la competitividad. Y, cuando no haya más margen para reestructurar, la recuperación de su rentabilidad vendrá por el aumento de los precios de los productos y servicios que ofrecerán en régimen de oligopolio.
Enrique De Juan
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