Ben-Artzi ha relatado cómo muchos otros analistas, no solo de Deutsche Bank, sino de varias entidades con sede en Nueva York, se quejaban del asunto en reuniones privadas o en encuentros «after eight». Todos ellos eran conscientes de que la valoración de riesgo que se hacía llegar a las autoridades no respondía fielmente a la realidad y la mayoría tenían miedo de las consecuencias que podría tener en sus carreras si se descubriese el asunto. La cuestión es que les daba más miedo aún perder el empleo y ser vetado en el sector. “En Wall Street, seguramente también en el resto del mundo, las dos principales motivaciones por las que la gente actúa son la codicia y el miedo”, juzga Ben-Artzi. “Y en mi caso fue el miedo, pero visto desde otro punto de vista. No quería pasar toda mi vida laboral sintiendo miedo, miedo de lo que ocurriría si se descubriese. Es cierto que he pagado un duro precio por ello, pero al menos no vivo con miedo”.
El hecho de que Deutsche Bank, el mayor banco sistémico del mundo, se encuentre en estos momentos al borde de la quiebra, está directamente relacionado con un exempleado de la entidad, Eric Ben-Artzi, un analista de riesgo que trabajaba en Nueva York y que un buen día agarró varias cajas de documentos y se las llevó a la SEC para demostrar que el banco estaba inflando partidas deliberadamente, con el objetivo de lograr una modificación de la valoración de su exposición a productos derivados. Varias semanas antes había expuesto el asunto a sus superiores, pero no hubo reacción alguna en la entidad y, finalmente, se dirigió a las autoridades estadounidenses. Poco después fue despedido y su nombre sigue siendo hoy un tabú en las conversaciones entre el personal de Deutsche Bank.
En Francfort han corrido varios rumores sobre las posibles motivaciones que llevaron a este joven y brillante analista a dar semejante paso. Se ha hablado de un enfrentamiento personal con Robert Rice, uno de los encargados posteriormente de la investigación interna, y se ha hablado también de una oscura relación homosexual y una venganza. Pero a nadie escapa que esos rumores son interesados y contribuyen a desprestigiar al informante y, cuando Ben-Artzi ha sido preguntado por su motivación, ha respondido que “… bueno, yo era analista de riesgo, por lo que sencillamente hice mi trabajo. La pregunta debería ser por qué tantos otros antes que yo y tantos otros después no han hecho”.
Que no fue la codicia lo que hubo tras su denuncia es un hecho probado. La SEC quiso premiarle con una recompensa de 8,25 millones de dólares a repartir junto a Matt Simpson, otro analista que posteriormente también contribuyó con datos a la investigación. El dinero procedía de un fondo del Congreso estadounidense y fue ingresado en su cuenta bancaria después de que las autoridades estadounidenses hubiesen impuesto una primera multa a Deutsche Bank de 55 millones de dólares por sus irregularidades contables, con la que quedaba cerrado el caso.
La reacción del analista fue devolver el dinero y enviar un artículo a Financial Times en el que denunció que las “puertas giratorias” entre la directiva del banco y los organismos reguladores estaban sirviendo para que los ejecutivos del banco quedasen impunes. “En este caso, los mejores abogados de la SEC ocuparon antes puestos de responsabilidad en el banco, un ejemplo del movimiento de cargos entre el organismo y el banco, incluso cuando las investigaciones sobre la malversación de Deutsche Bank estaban en curso”, escribió, al tiempo que aseguraba que un caso civil no serviría para solucionar el caso, sino para traspasar el daño a los accionistas. A fecha de hoy, ante todo el que quiere escucharle, Ben-Artzi sigue pidiendo responsabilidades penales y apunta directamente a Robert Rice, abogado jefe encargado de la investigación al Deutsche Bank en 2011, que se convirtió en alto cargo de la SEC en 2013. También menciona a Robert Khuzami, abogado jefe del banco en EE.UU., que dejó su puesto para encabezar investigaciones en la SEC.
Inmediatamente después de la publicación de su artículo en «Financial Times», las autoridades estadounidenses calcularon de nuevo la sanción y propusieron al banco alemán una multa de 14.000 millones de dólares. Deutsche Bank no ha provisionado en sus cuentas mucho más de 5.000 millones de euros para gastos legales y la diferencia entre las dos cifras generó una espiral de desconfianza en su liquidez, cuando no en su solvencia, que ha tumbado su cotización y ha disparado los rumores sobre la necesidad de un rescate, pero si se habla de responsabilidades penales ni nadie cuestiona las puertas giratorias a las que se refiere el analista.
En su opinión, el auténtico origen de la crisis financiera es la permisividad con la que los directivos de bancos, que se benefician directamente a través de sus bonus del maquillaje de las cuentas y la estrategia, entren y salgan de los reguladores como Pedro por su casa. Y si a eso le sumamos que “a alguien se le ocurra hacer su trabajo”, podemos volver a darnos de bruces con otra crisis sistémica en cualquier momento.
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